viernes, 26 de agosto de 2011

EL HIJO PRODIGO

Muchas gracias estimados compañeros de Promo.
Un fuerte abrazo para ustedes.


El 25 de agosto de 2011 10:05, Máximo Cuadros <maximocuadros@yahoo.es> escribió:

Victor Carrasco
Es su cumpleaños.
Deséale un feliz cumpleaños.
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Atte.
Dr.Máximo Cuadros Chávez
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El 25 de agosto de 2011 19:31, VICTOR CARRASCO CORTEZ <victor.carrasco@upch.pe> escribió:
Muchas gracias estimados compañeros de Promo.
Un fuerte abrazo para ustedes.




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Dr. Víctor Carrasco Cortez
Director (e) DEC - CONEAU
Profesor Principal FASPA - UPCH

viernes, 19 de agosto de 2011

El medico que se gasta el domingo estudiando mi caso

para que la medicina sea humana tienen que darse dos factores: vocacion de servicio y curiosidad cientifica. Gratificacion con la solucion de los problemas de los pacientes asi solo esto consista en cuidar al paciente ni siquiera curarlo.

c mori

 

ENTREVISTA: ALBERT NOVELL

El médico paciente

Desde el Foro Español de Pacientes, que preside, lucha por conseguir una medicina más atenta, más afectiva, más humanizada. Como médico e hijo de médico de pueblo, y como enfermo de cáncer, Albert Jovell habla con una extraordinaria sensatez, que a veces produce estremecimiento.

MILAGROS PÉREZ OLIVA 16/04/2006

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Un momento antes, más allá de Barcelona se divisaba un mar de color platino, iluminado por tenues cortinas de sol; pero al salir del túnel de Vallvidrera por su boca norte, lo que emerge es un paisaje de interior, de textura frondosa y horizontes toscanos. Hoy el cielo está encapotado: la primavera se resiste. Una lluvia fina ha dejado las calles desiertas y hace frío, de modo que cuando Albert Jovell abre la puerta de su casa en Sant Cugat, un dúplex de arquitectura moderna y grandes ventanales al jardín, se agradece el calor. Es un lugar acogedor, con trazos de vida cotidiana intensa: una agradable madriguera. "Perdona el desorden, pero mis hijos tienden a ocuparlo todo", se disculpa. El mayor tiene siete años, y el pequeño, cuatro. Hay fotos por todas partes. Su mujer, María, está igual, y los niños han crecido, pero es Jovell el que más ha cambiado. Su expresión es más grave. Vestido con pantalón y jersey de color negro, destaca sobre todo su cabeza rapada. En realidad, ya no está tan calva: una incipiente pelusilla blanca cubre todo el cuero cabelludo, preludio de lo que, en todo caso, ya no será una cabellera negra como la que aparece en las fotografías. Con el cáncer ocurre con frecuencia que si el cabello que cae es negro y liso, el que sale puede ser blanco y encrespado. Misterios de la quimioterapia.

      El médico paciente
      Ampliar

      Albert Jovell, médico y enfermo de cáncer.- CARLES RIBAS

      La noticia en otros webs

      "Los pacientes queremos que nos cuiden. Yo ya acepto que no me curen, pero me costaría aceptar que no me van a cuidar"

      "He aceptado mi muerte; mi muerte joven, quiero decir. Pero no hay hipocondría y tampoco tengo miedo"

      Hoy ha decidido trabajar en casa, preparando la conferencia que dará en Girona. Albert Jovell (Barcelona, 1962) es uno de los ponentes más solicitados en congresos y simposios sobre salud, porque, además de una sólida formación teórica, que incluye las carreras de medicina y sociología y un doctorado en salud pública en la Universidad de Harvard, desde 2001 reúne las dos caras de un binomio que con frecuencia aparecen enfrentadas: la de médico y paciente. Desde ambas facetas ha diseccionado la medicina con aguda y penetrante mirada, como puede constatarse en sus trabajos de investigación y en sus más de cien artículos en revistas especializadas, todos con un mismo hilo conductor: la humanización de la medicina. Desde 1999 dirige la Fundación Biblioteca Josep Laporte, creada para facilitar conocimientos de salud. Desde ella ha impulsado la Declaración de Barcelona de los derechos de los pacientes; el Foro Español de Pacientes, que también preside, y la Universidad de los Pacientes: tres iniciativas destinadas a vertebrar un mundo por definición atomizado al que Jovell ha dado la cohesión y el empuje de los que carecía. Lo ha hecho con gran derroche de energía y, desde hace cuatro años, también con cierta prisa, porque para Jovell el tiempo ha cobrado de repente una nueva dimensión, la de quien valora cada instante porque no sabe si mañana verá la puesta del Sol.

      El Foro de Pacientes es una especie de hijo suyo que se ha convertido en gigante. ¿Cómo surgió la iniciativa?

      Los enfermos tienen un nivel educativo cada vez más alto, quieren tomar sus propias decisiones, y para eso necesitan buena información. Con Internet disponen de una gran cantidad de información, pero poco digerible. Había que filtrarla y organizar la forma de facilitarla. La creación del foro no fue tanto idea mía como de las propias asociaciones de enfermos, que ya habían participado en la Declaración de Barcelona sobre los derechos de los pacientes. Lo creamos siguiendo el modelo del Foro Europeo, y ahora integramos a 12 grandes organizaciones de enfermos, con 617 asociaciones activas y 259.000 pacientes o familiares afiliados. Somos una plataforma de defensa de derechos de los pacientes, y nos gusta decir que nos situamos en un espacio de convergencia entre administraciones, asociaciones, empresas, sociedades científicas y ciudadanía.

      Dos años después de hacerse cargo de la Biblioteca Josep Laporte le diagnosticaron un tumor de timo. ¿Influyó en la orientación posterior del Foro?

      Sí, aceleró el proceso. Nosotros habíamos diseñado una estrategia más bien reactiva que consistía en plantear la perspectiva de los pacientes y observar cómo reaccionaba el sistema para ir avanzando poco a poco. Pero pronto comprobamos que había una gran receptividad, que nos encargaban estudios y nos reclamaban para congresos y conferencias. En ese contexto, el hecho de que apareciera una amenaza directa sobre mi vida contribuyó a acelerar una dinámica que de otro modo tal vez hubiera sido más pausada.

      Usted dirigió un amplio estudio del que se desprende que los pacientes de cáncer en España se sienten estigmatizados, que el diagnóstico les pesa como una losa. ¿Por qué cree que es así?

      Porque hay un proceso de estigmatización externa que hace que a veces se mire al enfermo como a un desahuciado, y también de autoestigmatización. A diferencia de otras enfermedades, muchos de los pacientes de cáncer, cuando reciben el diagnóstico, abandonan. Abandonan la vida no en el sentido de que se entreguen a la muerte, sino que dejan de vivir la vida que vivían. El impacto es tan fuerte que se produce una ruptura vital. La enfermedad te domina, y la sociedad, de alguna forma, te invita a abandonar cuando te aconseja que cojas la baja y te quedes en casa; cuando, con la mejor intención, te dice: tienes cáncer, ahora debes pensar en ti; haz lo que te plazca. Es una forma de decir: como vas morir, cumple tus deseos.

      Y entonces dejas de ser Albert Jovell para ser, como decía Susan Sontag, "la enfermedad".

      En nuestro estudio explicábamos que el paciente de cáncer sufre un proceso de despersonalización. Pasa a ser un yo-cáncer. Yo he luchado contra estas fuerzas que te empujan a recluirte. Yo he dicho: me encuentro bien, voy a trabajar. Quedarme en casa es una opción que yo agradezco, y que en un momento dado puedo necesitar; pero mientras pueda he de seguir haciendo de padre, de esposo, de amigo…, y he de seguir con mi tarea profesional. ¡Claro que el enfermo de cáncer tiene derecho a quedarse en casa! Pero también tiene derecho a…, como lo diría, a…

      A decirle al mundo que va a luchar.

      Exactamente. Recuerdo que cuando iba a iniciar la quimioterapia hablaba con un amigo de cómo iba a repercutir sobre mi imagen el perder el pelo, de cómo lo iba a llevar. Tengo el cuerpo lleno de cicatrices por las operaciones, pero no se ven. En cambio, la caída del cabello es como llevar un letrero: "Enfermo de cáncer". Mi amigo me dijo algo que me ayudó mucho: has de plantearte que el letrero que llevas es el del orgullo de luchar contra el cáncer.

      Es sorprendente cómo perdura el estereotipo negativo, cuando ahora mismo se curan más enfermos de los que se mueren. ¿Por qué cree que ocurre?

      Por muchos motivos, entre otros porque seguimos utilizando un lenguaje estigmatizador. Del terrorismo decimos que es el cáncer de la sociedad, no decimos que es el infarto o el ictus de la sociedad. Ese lenguaje implica un poso cultural que acaban interiorizando los propios enfermos. Naturalmente, también influye que todos hemos tenido un precedente en la familia que ha terminado mal.

      El hecho de que sea médico y paciente al mismo tiempo, ¿es una ventaja o una desventaja?, ¿cómo afecta a su relación con sus médicos?

      El elemento crucial de esa relación es la confianza. Si no confías en tu médico tienes un problema. Y tan importante como que tengas confianza es que él lo sepa. Yo se lo recuerdo a menudo a los míos. Yo me he implicado mucho siempre, aunque al principio no me fue bien porque el mío era un caso muy raro, había mucha incertidumbre, y eso dificultó la comunicación. Busqué segundas opiniones en el extranjero y fue terrible, porque no coincidían y además todos advertían de que no tenían experiencia. Pero conforme han ido apareciendo más tumores me he reafirmado en la idea de que tenía que ser parte de mi equipo médico por dos razones: porque quiero dejar el mensaje a mis hijos de que he hecho todo lo posible y porque quiero reforzar a mis médicos en las decisiones que toman.

      En su caso pueden hablar de igual a igual. Pero muchos pacientes llegan a la consulta con mucha información, pero a veces errónea, lo que coloca al médico en una doble tesitura: convencerles de que están equivocados y ganarse su confianza.

      El problema es que no tiene tiempo para hacerlo. Por eso ahora acabamos de crear la Universidad de los Pacientes, siguiendo el Patient Expert Program británico, con la que nos proponemos formar a los enfermos y a sus cuidadores para que puedan cribar mejor la información y enseñarles a preparar la visita médica; por ejemplo, haciendo una lista de las cosas que quieren preguntar. Muchos pacientes tienen grandes dudas sobre su proceso, y cuando llegan a la consulta del médico se bloquean y no preguntan lo que quieren saber.

      Usted plantea en muchos artículos que el imperativo tecnológico está deshumanizando la medicina. ¿Qué le llevó a esta reflexión?

      Mi padre. Su ejemplo como médico y también la forma en que murió. Padeció varios tumores y tuvo un final muy triste desde el punto de vista médico. Él tenía un concepto muy social de la medicina. Venía de un pueblo de Lérida, de origen humilde, y no tenía grandes ambiciones materiales, de modo que se fue a ejercer en uno de esos barrios obreros de aluvión a los que llegaban emigrantes por miles. Un barrio de Sabadell. Era médico de la Seguridad Social, pero en aquella época no había servicio de urgencias ni guardias, de modo que mucha gente pagaba una pequeña iguala al médico. A veces le pagaban en especie y a veces no le pagaban. Él acudía a cualquier hora que le llamaran, fuera sábado o fuera domingo; muchas veces mi hermana y yo le acompañábamos. Se podría decir que crecimos en un consultorio, viendo un tipo de medicina pobre en tecnología, pero rica en valores humanos, que luego no encontré ni en la facultad ni en el hospital. Cuando una persona se ha entregado tanto a sus pacientes es triste que al final no reciba lo mismo que él ha dado.

      ¿Qué ocurrió?

      Supongo que el hecho de que el enfermo sea médico y que sus hijos también lo sean provoca una cierta prevención. Él realmente no planteaba problemas; de hecho, más bien tiró la toalla, y fui yo quien tuvo que negociar muchos aspectos de los tratamientos. Pero cuidando de mi padre observé muchas carencias; por ejemplo, que en la planta en que estaba ingresado había 28 camas y sólo dos personas de guardia por la noche. Una vez me llamó mi padre para decirme que le estaban poniendo quimioterapia cuando ya había dicho que no quería ningún tratamiento más. Si un paciente bien informado toma esa decisión, los médicos han de respetarla, ¿no? En la fase final, aunque encontramos quien nos ayudó, eché en falta que algún compañero de profesión se sentara a su lado, porque mi padre era una persona muy reservada. A eso me refiero cuando hablo de falta de humanidad.

      Por eso defiende la "medicina basada en la afectividad", término que ha hecho mucha fortuna.

      Tenemos un sistema de valoración de los profesionales que incide mucho en los aspectos científicos, dando por hecho que la asistencia se presta bien, pero no siempre es así. Si nadie se encarga de valorar los aspectos asistenciales significa que para el sistema no tienen valor, y la prueba es que no hay indicadores hechos por pacientes sobre calidad asistencial. Al final, lo que los pacientes queremos es que nos cuiden. Yo ya acepto que no me van a curar, pero me costaría aceptar que no me van a cuidar. Hay estudios que demuestran que recibir buenos cuidados aumenta no sólo la calidad de vida, sino también la supervivencia de los enfermos de cáncer.

      En la deshumanización de la medicina ¿no influye también la organización?

      La organización sanitaria sigue un modelo industrial en el que se prima la productividad y la cantidad por encima de la calidad; al que se llega mayoritariamente por urgencias, y que consiste en llenar agendas y salas de espera. Si nos preguntaran a los pacientes, ciertamente no elegiríamos este modelo, sino otro en el que los médicos tuvieran más tiempo para la consulta, para estar al día y para investigar. Ahora cada vez es más difícil que al paciente crónico le atienda siempre el mismo médico, y no está garantizada la continuidad asistencial entre diferentes niveles. Por eso una de nuestras peticiones es tener un médico responsable, una especie de tutor que se responsabilice de la historia clínica y ayude al paciente a tomar las decisiones.

      Pero parece que los médicos cada vez controlan menos la organización asistencial.

      Hemos hecho un informe sobre la profesión médica para la Fundación Alternativas en el que planteamos algo que creo que no va a gustar, y es que el contrato social de los pacientes es con los médicos, no con los políticos. Uno de los problemas de la medicina es que hemos convertido a los médicos en asalariados y ahora forman un colectivo profesional insatisfecho, desmotivado, mal pagado, y como los gestores saben que es así permiten incumplimientos en el horario y la dedicación que de otra forma no se tolerarían. El sistema no es capaz de distinguir entre el médico que trabaja bien y el que lo hace mal, y aunque tenemos leyes muy avanzadas, no se cumplen. Por ejemplo, tenemos regulado el consentimiento informado, pero la información es tan deficiente que yo lo llamo el consentimiento firmado, porque parece que lo único que se busca es la firma. Necesitamos despolitizar la sanidad

      Usted es un médico y un paciente atípico. ¿Por qué se decidió por la reflexión y la docencia en lugar de ejercer, como su padre?

      Creo que me desilusioné durante la carrera. La vida hospitalaria me pareció fría, competitiva, distante…, en la que no había enfermos, sino enfermedades. Yo venía de una relación médico-paciente muy diferente, en la que el médico es una especie de consultor-amigo que se hace cargo de la salud de la familia. También contribuyó que en mi círculo de amistades había otras profesiones que aportaban una visión muy distinta, más próxima a la vida real. Así que cuando terminé medicina decidí hacer sociología. Necesitaba una visión más global, más completa. Una de las cosas que más me habían molestado de medicina es que había dejado de escribir bien.

      En sus artículos hay muchas referencias literarias, y cita a menudo a Coetzee. En su novela 'La edad de hierro', una anciana blanca a la que han diagnosticado un cáncer terminal acoge en su casa a un mendigo negro completamente alcoholizado para tener alguien a su lado cuando muera.

      Me gusta mucho Coetzee porque es muy realista, pero de un realismo muy poco adjetivista. Es un escritor que, con una economía sintáctica impresionante, te obliga a reflexionar sobre la condición humana. En Elizabeth Costello hace una disección magnífica, con una ironía muy provocadora, de la sociedad en que nos movemos los universitarios. Me gusta mucho este tipo de literatura tan directa. Hay gente que lo encuentra pesimista, pero yo no creo que ésa sea la palabra que mejor lo define. Creo que es realista, y además nos muestra que la realidad tiene caras ocultas. Yo vengo de una cultura del cuestionamiento permanente y por eso me gusta este tipo de literatura. Cuando estudiaba en Harvard nos invitaban a cuestionarlo todo. Si había 18 opiniones a favor de algo y dos en contra, éstas eran las que interesaban. Aquí, en cambio, cuestionar las cosas crea incomodidad, hay gran resistencia a la crítica.

      ¿Cómo fue a parar a Harvard?

      Al terminar la carrera trabajé un año en una empresa farmacéutica, los laboratorios Almirall. Estaba muy bien, pero no era lo que yo quería hacer. Un día asistí a una conferencia de Jesús de Miguel, que había estudiado sociología de la medicina en EE UU, y al terminar le dije algo así como: mire, yo he estudiado medicina y sociología, pero los médicos no me entienden y los sociólogos me miran con recelo, ¿qué puedo hacer? Y él, sin dudarlo, me dijo: "Tú lo que tienes que hacer es ir a Estados Unidos". Luego me ayudó mucho. Conseguí una beca de La Caixa y otra del Ministerio de Educación, y estuve preparando la estancia durante dos años, con mucha calma, porque quería ir con mi mujer.

      ¿Es cierto que, cuando ya llevaba 10 años de universidad, sus mentores de Harvard le dijeron: señor Jovell, es usted un joven sobradamente preparado; ahora, a trabajar?

      Algo parecido. Fue cuando quise hacer el doctorado en un departamento en el que sólo admitían a cinco personas. Mi mujer tenía una beca de cuatro años y yo ya había hecho dos másters, pero quería hacer el doctorado. En ese momento había en EE UU un debate muy intenso sobre los derechos de las minorías, de modo que admitieron a una persona por su orientación sexual y a otras dos por su etnia; quedaban dos plazas para blancos caucásicos. Me rechazaron alegando que ya estaba sobrecualificado y tenía varias ofertas de trabajo. Insistí, y entonces me dijeron que si conseguía un tutor podría hacer el doctorado. Me lo dirigió Sol Levine. Nada más terminar decidí volver a Barcelona para estar con mi padre.

      ¿Cómo fue la vuelta?

      Al principio, insufrible, la verdad. Mi mujer y yo estuvimos un año llamando a las puertas del sector sin conseguir trabajo, lo cual era bastante irónico, porque mientras en EE UU estaba en el job market [mercado de trabajo], aquí no tenía ninguna consideración. Lo pasamos muy mal. Finalmente, mi mujer entró en el Servicio Catalán de la Salud y yo en la Agencia de Evaluación de Tecnología Médica. A partir de ahí, ya todo fue muy bien.

      En 2001 apareció la enfermedad. ¿Pensó en su padre cuando le diagnosticaron?

      Sí, y siempre me he identificado con él. Ahora entiendo más muchas de las actitudes contra las que yo me rebelé; por ejemplo, la resignación o la aceptación de lo que él percibía como inevitable y que yo me negaba a aceptar. La verdad es que fue un golpe muy duro, y no tanto por mí como por mi mujer y mis hijos. Yo tengo la sensación de haber vivido mucho, de haber hecho muchas cosas. He tenido una vida muy intensa. Esa intensidad con la que mi mujer y yo hemos vivido juntos estos años nos une mucho. Ahora soy muy consciente de que el pronóstico es malo, que mi vida tiene fecha de caducidad.

      ¿No irá a tirar ahora la toalla?

      Desde luego que no. Pero tener mal pronóstico significa que hay que tomar ciertas decisiones, hacer previsiones de futuro para que los niños estén bien atendidos, preparar las cosas. Eso es en lo que mi mujer y yo estamos trabajando, porque somos conscientes de que en cualquier momento ese mal pronóstico puede tener consecuencias. Y quiero decir que si ya es difícil ser paciente médico, más difícil aún es ser mujer médico de médico paciente y madre de dos niños pequeños.

      En la película 'Mi vida sin mí', Isabel Coixet ha condensado en una bellísima escena lo difícil que es para un médico dar las malas noticias. También plantea el deseo de continuar, de algún modo, responsabilizándose de lo que ocurre después de morir, con esas cintas en las que graba mensajes para los futuros cumpleaños de sus hijas. ¿Ha hablado con sus hijos de su enfermedad?

      No, son demasiado pequeños, pero sí que les dejo escritas mis vivencias: una autobiografía titulada Bajo el signo del cáncer, sobre el proceso que nos llevó a Estados Unidos, la vuelta, la enfermedad…, para que entiendan el porqué de muchas de nuestras decisiones. Hemos procurado que no sufrieran las consecuencias de mi situación. Por ejemplo, antes de empezar la quimioterapia, como era previsible que les impactaría ver cómo perdía de repente el cabello, mi mujer compró una máquina de cortar el pelo, y un día nos cogió a los tres y nos dijo que nos iba a poner a la moda. A ellos les hizo gracia y yo me evité un mal trago. Hemos decidido no explicarles nada hasta que las cosas sean muy evidentes.

      ¿Ha cambiado su visión de las cosas?

      En un aspecto ha cambiado de forma radical: he aceptado mi muerte. Mi muerte joven, quiero decir. Creo que ya no puedo esperar de la vida mucho más. Pero no hay hipocondría y tampoco tengo miedo. Acepto que he tenido mala suerte, pero la enfermedad también me ha reforzado. Observo las cosas con más distanciamiento.

      ¿Una especie de serenidad expectante?

      Sí. La resignación existe. Piensas: así es la vida, unos mueren de cáncer y otros de sed en una patera a la deriva. No es algo que nos tenga que ocurrir a todos, pero a algunos nos ocurre, y entonces te parece absurda la obsesión por vivir mucho tiempo. Hay que aceptarlo, y no tiene mucho sentido desesperarse antes de hora. Eso sí que lo tengo claro, no vivo con angustia. Hay momentos en que estoy muy triste y hasta me pongo a llorar, pero creo que lo llevo con dignidad, de manera que no sea una carga para nadie. También hay un redescubrimiento de la vida interior y un mayor compromiso. No estoy reclamando más asistencia para mí, que tengo una buena asistencia; la estoy reclamando para todos los pacientes, y sobre todo hago todo esto porque creo que mis padres me dejaron una sociedad mejor que la que ellos encontraron. Yo les debo lo mismo a mis hijos.

      Es admirable la cantidad de energía que ha acumulado luchando contra el cáncer.

      Es mejor gastarla en hacer este tipo de cosas que martirizar a la gente o martirizarte a ti mismo. Al convertirte en enfermo puedes volverte egoísta y llegar a ser desagradable con los demás, que no tienen la culpa de lo que te ocurre. Yo procuro ser afable. Soy bastante emotivo, pero también soy irónico y sé distanciarme bien de las cosas. Puedo vivir con bastante frialdad lo que la gente vive con mucha tensión. Y paradójicamente, tengo mucho más tiempo para hacer lo que quiero porque mentalmente tengo muy despejado el cajón de los problemas.

      Explíqueme eso…

      La gente gasta mucha energía en odiarse, en crearse problemas perfectamente evitables, en cosas banales. Yo parto de la idea de que no tengo que tener problemas: ¡ya tengo un problema! Y por tanto, cuando alguien me viene con uno nuevo intento situarlo rápidamente en un contexto resolutivo: a ver, ¿tiene solución o no la tiene? Si no la tiene, no gasto más energía. Tengo las prioridades muy claras. Pienso: aquí hay dos niños, y cuanto más tiempo disfruten de su padre, mejor; por eso ahora lo que quiero es ganarle tiempo a la enfermedad para estar con ellos. El mejor regalo que me hicieron las pasadas navidades fue el informe del profesor que decía que mi hijo pequeño era un niño muy feliz.

      ¿El concepto de felicidad también cambia cuando estás enfermo?

      Ahora me conformo con cosas muy sencillas. Ya me han dado premios, ya he tenido reconocimiento profesional, me siento colmado. Para mí, el verdadero héroe es el médico que, como hacía mi padre, se pasa la tarde del domingo estudiando mi caso.

      martes, 16 de agosto de 2011

      No es indecencia es deshonestidad.

      que pena que un periodista tan influyente este controlado por viejos paradigmas. Propios de un adolescente. Derecha e izquierda. Yo sere de derecha pues y a mucha honra y no vivo en Casuarinas, ni soy millonario.
      Soy de derecha porque creo en la empreva privada y en la inversion extranjera. Porque no estoy en contra de los extranjeros que quieren invertir en el Peru. Porque creo en el mercado. Pero tambien en el Estado. El estado peruano no puede con el problema de la justicia, con la inseguridad con el de la salud publica con la corrupcion en el estado, con la ineficiciencia administrativa ,pero quiere jugar al empresario que n unca fue.
      Soy de derecha porque no creo que la causa de la injusticia social y personal en el Peru, la pobreza, es producto de alguna conspiracion en un centro de Poder en Norteamerica. Sinio que la causa esta en nosotros mismos. En nuestra falta de valores en nuestra ausencia de honestidad. En el Peru hay miles de hombres buenos decentes y honrados pero honestos solo los cuentas con los dedos de una mano.
      Nadie queria premiar a la candita impresentable que hasta ahora cree que su padre solo cometio unos pecadillos pero que tambien tuvo muchos logros.
      Pero la campana de terror solo, se la fabrico el candidato ganador expresandose despectivamente sobre los medios de comunicacion. Diciendo que solo los ricos tienen libertad de expresion en el Peru. AununciANDO que va a crear un linea aerea de bandera cuando el estado no puede con la falta de agua y la inseguridad. No puede construir mas carceles. Ah es que piensan los marxistas que la mayoria de los delincuentes son producto de la falta de educacion o de la  injusticia social. No que son sycos que no  tienen ninguna posibilidad de rehabilitacion en el momento actual de la ciencia.Formar mas policias. No puede resolver su problema de la corrupcion. Creo el terror aplaudiendo al Sutep que es un factor determinante de la pobre calidad de la educacion publica en Peru.
      Pensar que solo los ricos tienen libertad de prensa siempre te lleva a algo parecido a lo que sucede en Ecuador. En donde el Estado controla la mayoria de medios de comunicacion social. Si un candidato no necesito a la mayoria de los medios para ganar porque los necesitaria para aplicar sus politicas?
       
      c mori
       
       
      Victor Carrasco posted in Prom 75 SF.
      Victor Carrasco10:50pm May 2

      La Vieja Indecencia (extracto)
      César Hildebrandt
      01 mayo 2011

      Los peruanos no nacimos un día en el que Dios estuvo enfermo, como decía Vallejo de sí mismo. Naceremos el día en que sepamos apreciar el vértigo creador de la palabra desacato. El desacato no es el caos. Caos es lo que vendrá cuando las presiones sociales, contenidas por el plomo y la mentira, revienten otra vez.

      Y ahora sería un magnífico desacato, un descomunal acto de rebelión democrática o dejarse engatusar por quienes quieren, en el colmo de la indignidad, que premiemos a la hija de un ladrón y asesino –ladrona ella misma al gozar del dinero robado– con la presidencia de la República.

      Y todo por cerrarle el camino a un señor que quiere cambiar algunas cosas. Solo algunas cosas. Un señor al que la experiencia ha moderado y que se ha comprometido a no hacer experimentos anacrónicos. Pero que sí quiere que las mineras paguen lo que deben, que los impuestos sean más directos, que los viejos estén menos desamparados, que haya menos hambre y que la pobreza rural se atenúe todo lo que se pueda sin desbaratar la economía. Y que quiere también que el gas peruano abastezca primero a los peruanos y que los grandes proyectos de exploración y explotación de la minería y del petróleo se concilien con los intereses nativos y las normas ambientales que no se están cumpliendo.

      La derecha quiere volver a demostrarnos que siempre gana. Presentó cuatro candidatos –cuatro variaciones de la misma melodía: Castañeda, Toledo, PPK y K. Fujimori– y los cuatro perdieron. Ganó un hombre gris que propuso algunos cambios. Y lo peor: sale la primera encuesta pos primera vuelta y el hombre sin demasiados atributos ¡sigue ganando! Y sigue ganando porque Lima, este espanto, no es el Perú. Porque el gobierno de Las Casuarinas está en crisis. Porque el modelo García, una combinación de Caco con Friedman, drena sanguaza.

      Entonces, la derecha propone liquidar, de una vez y para siempre, esta pesadilla que aturde al dólar, baja las acciones, hace chorrear el rímel. Para eso están su tele, su radio, sus periódicos. Y se deciden por lo previsible: la campaña del terror.

      Solo el terror podrá salvarlos. Porque saben que su prontuariada candidata es impresentable aun para 75 por ciento de peruanos.

      http://www.facebook.com/l/64333aOusOmXZqk4urWQZ55hcLQ/www.larepublica.pe/01-05-2011/la-vieja-indecencia-por-cesar-hildebrandt
      La vieja indecencia por Cesar Hildebrandt | LaRepublica.pewww.larepublica.pe
      El único mérito que puedo concederme en esta vida moteada de algunos éxitos y muchos fracasos, en esta carrera ingrata que me eligió, en este oficio artesanal de tratar de encontrar la verdad que a pocos

      ---------- Mensaje reenviado ----------
      De: Victor Carrasco <notification+yfo6tzj9@facebookmail.com>
      Fecha: 2 de mayo de 2011 22:50
      Asunto: [Prom 75 SF] La Vieja Indecencia (extracto) César Hildebrandt...
      Para: Claudio Mori Gonzales <clagui57@gmail.com>


      Victor Carrasco posted in Prom 75 SF.
      La Vieja Indecencia (extracto) César Hildebrandt 01 mayo 2011  Los peruanos no nacimos un día en el que Dios estuvo enfermo, como decía Vallejo de sí mismo. Naceremos el día en que sepamos apreciar el vértigo creador de la palabra desacato. El desacato no es el caos. Caos es lo que vendrá cuando las presiones sociales, contenidas por el plomo y la mentira, revienten otra vez.  Y ahora sería un magnífico desacato, un descomunal acto de rebelión democrática o dejarse engatusar por quienes quieren, en el colmo de la indignidad, que premiemos a la hija de un ladrón y asesino –ladrona ella misma al gozar del dinero robado– con la presidencia de la República.   Y todo por cerrarle el camino a un señor que quiere cambiar algunas cosas. Solo algunas cosas. Un señor al que la experiencia ha moderado y que se ha comprometido a no hacer experimentos anacrónicos. Pero que sí quiere que las mineras paguen lo que deben, que los impuestos sean más directos, que los viejos estén menos desamparados, que haya menos hambre y que la pobreza rural se atenúe todo lo que se pueda sin desbaratar la economía. Y que quiere también que el gas peruano abastezca primero a los peruanos y que los grandes proyectos de exploración y explotación de la minería y del petróleo se concilien con los intereses nativos y las normas ambientales que no se están cumpliendo.  La derecha quiere volver a demostrarnos que siempre gana. Presentó cuatro candidatos –cuatro variaciones de la misma melodía: Castañeda, Toledo, PPK y K. Fujimori– y los cuatro perdieron. Ganó un hombre gris que propuso algunos cambios. Y lo peor: sale la primera encuesta pos primera vuelta y el hombre sin demasiados atributos ¡sigue ganando! Y sigue ganando porque Lima, este espanto, no es el Perú. Porque el gobierno de Las Casuarinas está en crisis. Porque el modelo García, una combinación de Caco con Friedman, drena sanguaza.  Entonces, la derecha propone liquidar, de una vez y para siempre, esta pesadilla que aturde al dólar, baja las acciones, hace chorrear el rímel. Para eso están su tele, su radio, sus periódicos. Y se deciden por lo previsible: la campaña del terror.   Solo el terror podrá salvarlos. Porque saben que su prontuariada candidata es impresentable aun para 75 por ciento de peruanos.  http://www.facebook.com/l/64333aOusOmXZqk4urWQZ55hcLQ/www.larepublica.pe/01-05-2011/la-vieja-indecencia-por-cesar-hildebrandt
      Victor Carrasco 10:50pm May 2
      La Vieja Indecencia (extracto)
      César Hildebrandt
      01 mayo 2011

      Los peruanos no nacimos un día en el que Dios estuvo enfermo, como decía Vallejo de sí mismo. Naceremos el día en que sepamos apreciar el vértigo creador de la palabra desacato. El desacato no es el caos. Caos es lo que vendrá cuando las presiones sociales, contenidas por el plomo y la mentira, revienten otra vez.

      Y ahora sería un magnífico desacato, un descomunal acto de rebelión democrática o dejarse engatusar por quienes quieren, en el colmo de la indignidad, que premiemos a la hija de un ladrón y asesino –ladrona ella misma al gozar del dinero robado– con la presidencia de la República.

      Y todo por cerrarle el camino a un señor que quiere cambiar algunas cosas. Solo algunas cosas. Un señor al que la experiencia ha moderado y que se ha comprometido a no hacer experimentos anacrónicos. Pero que sí quiere que las mineras paguen lo que deben, que los impuestos sean más directos, que los viejos estén menos desamparados, que haya menos hambre y que la pobreza rural se atenúe todo lo que se pueda sin desbaratar la economía. Y que quiere también que el gas peruano abastezca primero a los peruanos y que los grandes proyectos de exploración y explotación de la minería y del petróleo se concilien con los intereses nativos y las normas ambientales que no se están cumpliendo.

      La derecha quiere volver a demostrarnos que siempre gana. Presentó cuatro candidatos –cuatro variaciones de la misma melodía: Castañeda, Toledo, PPK y K. Fujimori– y los cuatro perdieron. Ganó un hombre gris que propuso algunos cambios. Y lo peor: sale la primera encuesta pos primera vuelta y el hombre sin demasiados atributos ¡sigue ganando! Y sigue ganando porque Lima, este espanto, no es el Perú. Porque el gobierno de Las Casuarinas está en crisis. Porque el modelo García, una combinación de Caco con Friedman, drena sanguaza.

      Entonces, la derecha propone liquidar, de una vez y para siempre, esta pesadilla que aturde al dólar, baja las acciones, hace chorrear el rímel. Para eso están su tele, su radio, sus periódicos. Y se deciden por lo previsible: la campaña del terror.

      Solo el terror podrá salvarlos. Porque saben que su prontuariada candidata es impresentable aun para 75 por ciento de peruanos.

      http://www.facebook.com/l/64333aOusOmXZqk4urWQZ55hcLQ/www.larepublica.pe/01-05-2011/la-vieja-indecencia-por-cesar-hildebrandt
      La vieja indecencia por Cesar Hildebrandt | LaRepublica.pe
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      El único mérito que puedo concederme en esta vida moteada de algunos éxitos y muchos fracasos, en esta carrera ingrata que me eligió, en este oficio artesanal de tratar de encontrar la verdad que a pocos

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      domingo, 14 de agosto de 2011

      Cualquier parecido con el Peru nunca podria existir

      el peruano promedio diria: que Huevas?

      c mori

       

      He served 10 presidents, but died alone in squalor: What happened to Theodoric C. James?

      White House Photo - Theodoric James Jr. worked in the White House for almost 50 years. His Northwest Washington neighbors never knew he catalogued important, sometimes sensitive, documents.

      Theodoric C. James Jr. was clearly in trouble. He wasn't showering anymore. He wore the same ragged clothing day after day. Rats rummaged through the weeds and mounds of trash in his yard. He started going to the bathroom in buckets on his front porch.

      His neighbor Alex Dobbins was afraid that something terrible was going to happen. They had been friends since their days at Howard University and had lived in adjoining rowhouses in the 16th Street Heights section of Northwest Washington for 37 years.

       

      (Sarah L. Voisin/THE WASHINGTON POST) - In the months after Theodoric James's retirement, he had let his home and health deteriorate. Windows were cracked, wood was rotting and James might have been living without electricity and water, a neighbor thinks.

      (Carol Guzy/THE WASHINGTON POST) - The District now holds a lien on his house after cleaning up the grounds.

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      But this was not the man he had known. The man who had served in the White House for almost 50 years, under every president from Kennedy to Obama. The man who read and catalogued many of the documents that flow through the Oval Office: memos to the president, letters, pieces of legislation, nomination packets, even classified material that required him to have a security clearance.

      This man was inexplicably living in squalor, seemingly without electricity or running water, and hiding under a hooded overcoat and multiple layers of clothing no matter how hot it got. He wasn't just a public nuisance but, Dobbins feared, a danger to himself. For more than two years, Dobbins and James's family members in Mississippi repeatedly called every city office they could think of — the Department of Mental Health, Adult Protective Services, his council member, the mayor — hoping to get James help and prevent the worst.

      Then, on Aug. 1, after the punishing heat wave that pushed the heat index to 112, Dobbins woke up worried because he hadn't seen his friend in two days. He knocked on the door loudly with a baseball bat. There was no answer. He checked the Rite Aid where James bought his breakfast, which was often green tea and Doritos, but no one had seen him.

      So once again, he picked up the phone and called 911. The firefighters who responded had a hard time getting the door open. Something was blocking it. Something heavy, like a body.

      The medical examiner would later determine that James, 71, died of heat exposure.

      At least that much is known, but there is no simple answer for how a once-fastidious, much-praised civil servant came to this end. Social services officials won't comment on his case specifically but say they are often constrained when adults refuse help, even when it is evident that they need it.

      Now family, friends, former colleagues at the White House and D.C. officials are left to wonder: Could James's death have been prevented?

      * * *

      Education was always important to the James family. Theo James's grandfather is thought to have been the first African American doctor in Columbus, Miss., and his home is featured as an attraction on the city's conventions and visitors Web site. James's father, a brick mason, attended boarding school and Tuskegee University, according to Avee James, his sister-in-law.

      When Theo James was a senior in high school, his family sent him to live with his aunt in the District, where they thought he could get a better education at Western High School — now the Duke Ellington School of the Arts. After graduation, he attended Howard University, and in the early 1960s he started working part-time for the White House, filing documents. In 1970, he gained admission to Howard's medical school but attended for one year, deciding that his grandfather's profession was not for him. Instead, he took a full-time job with the White House in the Office of Records Management.

      El Planeta de loos simios

      Chimpanzee research an endangered species as experts debate usefulness, ethics

      They were crucial for vaccines against hepatitis A and B. They took part in hundreds of early studies of HIV. And in 1961, two of them were shot into space.

      But the role of chimpanzees in medical research is at a crossroads. Last week, the highest scientific body in the land put the issue on trial as a committee of the Institute of Medicine, part of the congressionally chartered National Academy of Sciences, met to deliberate the fate of nearly all of the world's remaining medical research chimps.

      (1961 Associated Press File Photo) - Ham was sent into space and returned to Earth in January 1961. Currently, there are about 1,000 medical research chimps in the United States.

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      The European Union banned the practice last year, leaving the United States and Gabon as the only countries conducting medical research on chimpanzees. At drug companies, chimp research is waning with the emergence of lower-cost, higher-tech alternatives.

      "If you're a scientist, a chimp is really a sort of last resort," said Harold Watson, who directs the chimpanzee research program at the National Institutes of Health, which manages 734 of the nearly 1,000 medical research chimps in the United States.

      Last year, the issue blew up at NIH. That's when the agency announced it would move 200 older apes from a facility in New Mexico to an active research lab in Texas. A parade of politicians, activists and famous faces — including former New Mexico governor Bill Richardson (D) and chimpanzee champion Jane Goodall — mounted an uprising. NIH relented, transferring just 14 of the animals before charging the Institute of Medicine with arbitrating the issue in January.

      The Institute of Medicine will issue its findings by the end of the year. Although Watson said NIH officials would "pay attention" to the recommendations — which could include ending all medical research on chimps — he declined to predict the agency's response. "I can't tell you what impact [the report] is going to have," he said.

      Already, though, chimps — expensive, difficult to handle and so like humans — are falling out of favor with researchers.

      From 2007 to 2010, the number of biomedical chimp studies conducted in the United States declined from 53 to 32, said Robert Purcell, a virus researcher at the National Institute of Allergy and Infectious Diseases, part of NIH. Just one of those studies involved HIV — which in the 1980s and 1990s was extensively studied in apes. None of the studies involved cancer.

      "Use of chimps for HIV decreased dramatically as [research] migrated over to rhesus monkeys," which more faithfully reproduce human HIV infections, Watson said.

      At any given time, 20 percent of available chimps are being used in medical studies, Watson said.

      One big reason for the drop: Drug companies are forgoing chimp studies. In 2008, GlaxoSmithKline announced it would no longer use any apes. Biotech giant Genentech also ended the practice, said Theresa Reynolds, director of drug safety assessment at the company. "With advances in technology, chimps are no longer necessary" for developing high-tech drugs called monoclonal antibodies, she said. Before the Institute of Medicine meeting, Reynolds informally polled executives at "six or eight" other biotech firms; none use chimps.

      martes, 9 de agosto de 2011

      Tratamiento del trastorno limítrofe de la personalidad

      para los que esten interesados; claro los interesados no se va a dar por aludidos.

      ---------- Mensaje reenviado ----------
      De: PeruBorderline <contacto@peruborderline.com>
      Fecha: 8 de agosto de 2011 18:08
      Asunto: Tratamiento del trastorno limítrofe de la personalidad
      Para: clagui57@gmail.com


      El tratamiento del trastorno de la personalidad requiere un equipo integral con experiencia, en Peruborderline estamos dedicados exclusivamente a brindar ayuda a personas con este serio problema
       
      Iniciamos mensualmente terapias de grupo